Esta es la
historia de Marcelino Alfonzo, el jefe de los seis buzos margariteños que en la
década de 1930 fueron contratados por una compañía extranjera para recoger
madreperlas en el Mar Rojo; aun cuando la obra tiene una tenue base documental,
su argumento gira en torno de las implicaciones ficticias que para la vida de
Alfonzo tuvo aquella empresa: la búsqueda en el mar profundo de un pasaje hacia
antiguos misterios religiosos, anclados en los tiempos cuando apenas se
fraguaba la civilización; esa búsqueda constituye, asimismo, un descenso a las
profundidades de la psique del personaje, lo cual permite al lector recorrer,
de manera simultánea, variados territorios fantásticos: la leyenda del errante
Cagliostro, las aventuras del Preste Juan y la aparición de varias entidades
sobrenaturales; todo en un empaque poético que nos introduce en un mundo de
ensueño que fascinará a quienes se sumerjan en sus páginas n Carlos
Sandoval
viernes, 17 de octubre de 2014
miércoles, 26 de febrero de 2014
ALZAR LA VOZ
María Corina
Machado habló ayer. Sí, es una afirmación. Sí habló. ¿Cómo es posible, dirá
usted, si la sabotearon? Cierto, la sabotearon, pero María Corina Machado habló
porque dejó en claro un punto: que este gobierno es cínico. Que este gobierno
habla de paz y no hace nada por pacificar, que este gobierno no quiere
absolutamente nada con la paz, con la concordia y con el tan vilipendiando
diálogo. ¿Debemos de dejar de hablarles porque con este «gobierno asesino no
hay diálogo posible»? Pues no. Debemos seguir haciendo lo que María Corina
Machado hizo: ir a hablar en los espacios donde el gobierno esté con el fin de
desenmascarar sus mentiras. Señores, es una cuestión de estrategia política y
de cumplir con el deber ciudadano. Sí, en este estado de excepción y de caos se
debe seguir recordándole a la gente que somos ciudadanos y que tenemos como
deber la libertad de expresión, más todavía cuando se nos han cerrado, reducido
o ahorcado los medios donde podíamos o donde todavía menguadamente podemos hacerlo.
Una vez más, queridos amigos, una cosa es el diálogo falso que el gobierno
propone y otra es que los líderes opositores se nieguen a llevar su palabra
ante el gobierno, a los sitios donde la palabra debería estar. Si eso no se
intenta, pecamos nosotros, los que nos oponemos a este gobierno, de lo mismo.
Señores, de nuevo, me creerán iluso, pero insisto en que debe alzarse la voz de
los líderes opositores con sus propuestas y sus denuncias. Me dirá usted que el
presidente lo que debe hacer es renunciar. Pues aunque se quiera que renuncie,
los líderes opositores, repito, deben alzar su voz en los espacios ocupados,
robados, expropiados por el gobierno. Al gobierno le molesta que uno realmente
quiera, no dialogar, ya que molesta tanto esa palabra, pero sí discutir,
exponer, denunciar en los espacios que ellos nos han arrebatado. Debemos
asaltar esos espacios con nuestra voz y no como ellos, que han asaltado al país
con sus ansias de imponer su mediocre visión de mundo. Ya lo dije antes en otro
texto que posiblemente haya sido el hazmerreír de unos cuantos:
«Pero los políticos de oposición sí deben hacerse escuchar, cara a cara por
los mandamases. O por lo menos intentarlo, si los otros no lo hacen, si los
otros sólo se sientan para seguir mintiendo, pues quedarán aún más en
evidencia. ¿Esto no es también una forma de lucha, dejar en evidencia a los
cínicos?»
Se debe dejar en evidencia al gobierno en todos, absolutamente en todos los
espacios. En la calle, con las protestas, y frente a ellos, cara a cara. María
Corina Machado hizo lo correcto. Fue a la Asamblea y habló. Su mensaje quedó más
que claro: este gobierno cínico, como los niños más malcriados, se tapó los
oídos con los dedos índices y empezó a cantar en voz alta cualquier canción
estúpida para no escuchar la verdad. El día que al presidente le toque
renunciar, si acaso lo hace, o cuando esto se convierta en algo peor de lo que
es y el presidente tenga que salir huyendo del país, o cuando esto simplemente
se acabe y el presidente siga hundiendo al país, pues que no le quepa la menor duda
a nadie, ni dentro ni fuera del país, que los líderes opositores tuvieron
propuestas, denunciaron e exigieron de frente y en los espacios de los
mandamases. Que no le quede la menor duda a nadie que se intentó la paz y la
mejora el país, pero que el cinismo nunca pero nunca quiso escuchar. No
señores, no hablo del diálogo falso y cordial y simpaticón, hablo del deber que
tenemos todos, empezando por los líderes de oposición, de alzar su voz frente a
la soberbia con denuncias y proyectos de un país mejor. No es el diálogo de
ellos del que hablo, yo hablo de nuestra voz, esa que no
debe callar y dejar de ser inteligente, y de nuestras acciones de calle, que deben ser también
inteligentes, y no cualquier guarimba ahí.
lunes, 24 de febrero de 2014
Yo sólo digo algunas cosas
Quien pide que pensemos un poco más las cosas no está diciendo que no se
proteste. Intentar reflexionar sobre lo
que está ocurriendo no quiere decir inacción. Que la desesperación no nos
arrebate la cordura, se puede protestar, luchar y todavía tener cordura.
Y está bien, el señor general tiene derecho a defenderse dentro de su casa.
Lo que yo creo que no está bien es que volvamos a creer que los militares son
los que van a resolver nuestros problemas y que son nuestros patrones de
conducta. Eso creo, y si yo pienso distinto a usted, le recuerdo una cosa: usted
y yo estamos padeciendo el mismo régimen mediocre. No me
convierta, por favor, en su enemigo. Que las diferencias nos acerquen. Yo jamás
he sido una persona violenta, no lo voy a hacer a última hora. (Y que queda
claro que este señor general sí hizo algo grandioso en otro tiempo y en otro
lugar: se negó a gritar la consigna de «Patria, socialismo o muerte». Allí, en
su momento, fue un verdadero héroe).
Recalco: que no justifique la violencia no quiero decir que no esté de
acuerdo con que la gente esté en la calle. La gente debe estar en la calle, y
los políticos de oposición deben acompañarlos, no sólo en la calle, sino con
ideas y propuestas.
Pienso que los políticos de oposición SÍ deben sentar a los mandamases. ¿A
dialogar, no sé? Los mandamases quizás no quieran «dialogar». Pero los
políticos de oposición sí deben hacerse escuchar, cara a cara por los
mandamases. O por lo menos intentarlo, si los otros no lo hacen, si los otros
sólo se sientan para seguir mintiendo, pues quedarán aún más en evidencia. ¿Esto
no es también una forma de lucha, dejar en evidencia a los cínicos?
Por cierto, no entiendo cuál es el problema con la palabra «diálogo». La
palabra diálogo no implica que nos sentaremos a querernos. La palabra diálogo
incluye discusión en puntos encontrados. ¿Prefieren la palabra «discutir»?
Pero para sentarte a hablar —o a discutir— con alguien, tienes que tener
una propuesta. En esa propuesta debemos exigir el respeto por los derechos
humanos, eso es prioritario. Pero también debe llevarse una agenda económica
que proponga soluciones a nuestro estancamiento, propuestas sensatas y más que
obvias, aunque este gobierno que no quiere ver lo obvio nunca haga lo que tiene
que hacer. ¿Que qué se logra con eso? ¿Acaso una mala política económica, como
la de los mandamases, no atenta también contra los derechos humanos?
Lo digo, ya sin pregunta y con toda responsabilidad: una mala, una pésima
política económica atenta también contra nuestros derechos humanos.
¿Soy ingenuo? Sí, quizás lo soy, pero la oposición debe también tener su
proyecto económico serio para la mejora de este país, y pronto debe pegárselo
por la cara a los mandamases.
¿Ese acercamiento al gobierno implica dejar las calles? No, mientras más cerca
estemos de los mandamases, más debemos estar en la calle, hasta que empiecen a
notarse los cambios.
Y no creo, lo siento pero no creo, que nuestra consigna sea la exigencia de
la salida de Maduro. Maduro es un error, sí, Maduro debería salir, sí. Pero no
debemos actuar bajo esa perspectiva. Esos señores tienen mucho poder y no se
piensan ir. Como ya dije en otra ocasión: ojalá y me equivoque. Pero pregunto:
¿cómo pensamos que vamos a hacer renunciar a Maduro, con guarimbas? No tenemos
armas, no tenemos milicias, no tenemos tanques ni aviones. Y gracias a Dios que
no los tenemos. ¿O esperamos que un grupo de militares se pongan de nuestro
lado para iniciar una guerra civil? Señores, lo digo de nuevo y para terminar, pensar
que los militares resolverán nuestros problemas, es lamentable.
No soy traidor, no soy cobarde, no soy un pelmazo, sólo intento reflexionar
(aunque la verdad nunca he sido demasiado inteligente).
Y sí creo que por sus crímenes han de responder, pero la lucha es larga y se
requiere inteligencia, y menos arrebato y descontrol.
Un abrazo.
sábado, 15 de febrero de 2014
ARTÍCULO ILUSO Y EQUIVOCADO SOBRE EL PAÍS
Me van a disculpar si me equivoco,
si no estoy bien enterado. Me van a disculpar, uno no termina de enterarse de
nada, gracias a la censura, a la autocensura, a la hegemonía comunicacional del
gobierno.
El asunto es que todo el
mundo está haciendo lo que tiene que hacer. Los estudiantes están en la calle,
la gente está en las redes sociales y en la calle apoyando a sus estudiantes y
los periodistas con conciencia están haciendo lo que mejor pueden. Pero los
políticos, ¿qué están haciendo los políticos? Capriles ha preferido no apoyar
las iniciativas de López y se ha mantenido cauto con respecto al asunto de las
protestas. López propuso, junto con Machado y el siempre sagaz Ledezma, la
salida a la calle. ¿Qué salida? ¿Pretende López que la gente tome la calle para
salir de Maduro? ¿En verdad cree que con protestas de calle vamos a salir de un
hombre que recibió como herencia el poder absoluto de las instituciones del
Estado? ¿De verdad vamos a seguir creyendo que aquel que se hace llamar nuestro
presidente va a renunciar? Me encantaría que así fuera. Pero pienso que debemos
ser más sensatos con nuestras metas.
Si bien fue
necesario agitar el avispero de nuestras frustraciones, llegar hasta el extremo
para producir una acción —la salida a la calle—, también es cierto que una vez
obtenido lo deseado se debe, no bajar las aguas de la pasión, pero sí proponer unir
a lo que acontece otras acciones de cara al gobierno. ¿Existe una comisión, una
mesa, una grupo de políticos de oposición que en nombre de este sector del país
que protesta bajo su venia, tenga un paquete de propuestas, de cambios que
presentarle al gobierno. ¿Es iluso esto? ¿También no es iluso decir que
salgamos a la calle para activar una salida que nunca ha estado clara? Tenemos
líderes, pero nos hacen falta pensadores, estrategas o los llamados «estadistas»,
como se lo escuché hace poco a la profesora Mercedes Pulido. Escuchas
decir que López es «resteao», que López sí tiene «guaramo», y que se será el
próximo presidente; y sí, es cierto, López es todo eso, pero López es una fuerza
desbocada, unos ojos desorbitados que van hacia adelante, una boca que grita, que
vocifera. ¿Y qué más es López, tiene algo más en «la bolita»? Capriles, por su
parte, ha preferido la cautela. Digamos que está en su derecho, pero la cautela
no debe traducirse en inacción. Tampoco Capriles está proponiendo nada para
sentarse a negociar con el gobierno. ¿Es iluso pretender que se puede negociar
con el gobierno? Pues esta es la coyuntura para proponer cambios, para iniciar
un diálogo —sí, bajo la presión de la calle—en el que el gobierno se vea
obligado a participar. Si el gobierno no accede, pues quedará más aún en
evidencia, nacional e internacionalmente, su disposición egoísta y dictatorial.
Estar en la calle
es magnífico, y me encuentro orgulloso de nuestros jóvenes, de su ánimo
libertario. Los estudiantes tienen su cartilla, tienen sus exigencias. ¿Pero
nuestros políticos? ¿Como siempre se van a quedar tras bastidores a ver la lucha
de los estudiantes y de la gente o, como siempre, van a negociar bajo cuerda
para sus propios intereses? Disculpen lo que voy a decir: pero esa gente que está en la calle está sola.
Confundimos
gerentes con políticos, confundimos vivarachos con políticos, confundimos
gritones con políticos, confundimos resentidos con políticos. Va siendo tiempo
que dejemos las confusiones y que los políticos realmente empiecen a hacer
política de altura. Por lo menos los políticos que se oponen al régimen, porque
los de régimen, ya sabemos, no son políticos ni son gerentes.
López debería
dejar de gritar, Capriles debería empezar a hablar, y ambos unidos —ahora es el
momento de apartar sus lógicas diferencias y, también, sus lógicos intereses— empezar
a presionar al gobierno y a proponerle cambios en su política, a exigir, a
negociar. Allí la base de toda cotidianidad política democrática, que en estos
muchos años que llevamos de locura no se ha dado: la crítica del opositor, la
presión del opositor que obliga a cambios para mejor en el gobierno (la
oposición, en democracia, también gobierna).
Estos políticos de
los que hablo, señores, representan a la mitad del país, estos políticos tienen
el deber —sí, están obligados a ello— de buscar al gobierno y de sentarlo a una
mesa. ¿Iluso yo de nuevo? Quizás, pero estamos en la calle, pasan los días y, o
las cosas se pondrán peor y otros, los menos indicados, tomarán acciones; o las
cosas se diluirán, se irán apagando, y el gobierno saldrá fortalecido, y
seguiremos teniendo escasez, delincuencia, deterioro y agujero negro.
O puede que
Maduro renuncie, y entonces tendré que confirmar que me equivoqué.
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