Toda
lectura es una interpretación de otras interpretaciones, como es sabido, y aquí
va la mía sobre En sueños matarás, la
más reciente novela del escritor venezolano Fedosy Santaella. Esta historia en
la que se asientan diversos recursos estilísticos para recrear imaginarios fantásticos
(de los que el lector no saldrá indemne), ofrece varios niveles de lectura, uno
de ellos es la naturaleza proteica de la realidad y su eterno devenir. En sueño matarás es relatada desde una
zona intermedia entre sueño y vigilia, una especie de isla poblada por ensoñaciones
y eventos alucinantes. Allí impera otro orden, por tanto, los personajes pueden
hacer lo que desean, su mundo está regido por la ley de los abismos
demenciales.
El
autor, desde el mismo título, nos anuncia el carácter surreal de la narración
que transcurre por los distintos tipos de sueño y sus matices, en un degradé
perfecto de registros oníricos, incluyendo pesadillas y alucinaciones producidas
por drogas, así como por la enajenación de quienes pretenden evadir la
contingencia. En sueño Matarás
recorre las formas de realidad que se pueden experimentar con la mente, y
remite a Paraísos artificiales
contextualizados en atmósferas neogóticas que oscilan entre improvisaciones del
jazz y la cadencia hipnótica del ethereal. Las historias que apuntalan la trama
representan un viaje a contrapelo del orden rutinario, de lo familiarmente conocido.
Es un viaje que transcurre en cada página como si estuviésemos envueltos en una
niebla espectral.
Fedosy
Santaella inicia un juego con el lenguaje, las imágenes y las metáforas, en el
que se intuye el esfuerzo por dotar las palabras con otra fuerza, otro fulgor
que las rescate del simple clisé. Asimismo, en una jugada audaz e irreverente,
desplaza las estructuras tradicionales literarias hacia márgenes del territorio
onírico donde se diluyen lentamente en la bruma de la deconstrucción. La
tensión originada en la estructura funcional del relato introduce al lector en
territorios inéditos donde goza de una nueva visión, de perspectivas que se
ubican en lo fronterizo entre lo real y lo irreal.
En
medio del aparente caos en el que se desenvuelven los personajes, se encuentra uno de los temas más interesantes y
controversiales de la literatura: la existencia y sus miserias. El narrador y
los personajes, mediante una prosa ágil y cargada de humor negro, cuestionan el
orden del mundo, la desolación, la ingrimitud del hombre desasistido de dioses
y su condición de náufrago exiliado en un universo que no comprende ni lo
comprende. Los personajes de En sueño
matarás son cazadores de absoluto, y lo buscan en el placer sexual, en el erotismo
descarnado, en la belleza emblemática de madame, en el éxtasis provocado por
las drogas, en el apartamiento del mundo donde la muerte es la factura que
finiquita el guion (pequeño o extenso) que haya tocado representar en la tragicomedia
de la vida. No obstante, todas las fantasías terminan en un hartazgo alucinante
que los hunde en la modorra de lo repetitivo, los arrastra al vacío de
existencias vulgares.
Cada
personaje quiere redimirse, y el sueño es una forma de acceder a otras realidades,
por ejemplo, la plenitud en la supuesta inmortalidad. Sin embargo, su
existencia se torna azarosa, no puede escapar de la condición humana y el
lastre de lo precario. El paisaje muestra, de forma provocadora e iconoclasta,
la existencia y sus huecos manifestándose en el miedo a envejecer, a morir, y
devela los fantasmas que aparecen en forma de tiempo y recuerdos.
En sueño matarás
está al servicio de la imaginación, en esta novela la realidad de la vigilia es
sustituida por la onírica, reina en espacios multiformes donde el sueño se
constituye en un mundo posible para los personajes atormentados por sus
terrores. Ellos narran su propia historia desde el borde de una zona
penumbrosa, del lugar donde comienzan las pesadillas, porque si se puede contar
desde este lado de la realidad, también se puede hacer a la inversa y relatar
desde la orilla de la irrealidad, y así recrear otra forma de ficcionalizar,
porque ¿al final de cuentas toda historia no es una ficción?
De
esas zonas limítrofes emerge el doble, el otro que si saliera, si este otro se dejara ver, el universo entero temblaría. ¿Dónde
está ese otro? Quizá en Lucrecia, la alegoría del miedo que cuelga eternamente
de un árbol, tal vez se oculte en el tiempo que se retrotrae ante los
inmortales, pero permanece agazapado sobre la vieja casona esperando el llamado
del ángel exterminador. Puede ser que ese otro terrible ahora mismo esté
explorando los meandros densos de la psique, del Hades, esa oscura casa del
alma donde todas las transgresiones son posibles y las leyes se desvanecen al
despertar o al morir en un sueño recreado por otro ser que sueña con una vieja casona
y con una aldea fantasmal.