Por razones ajenas a mi voluntad, vi por TV la concentración del candidato
Henrique Capriles en la avenida Bolívar. Cuánta emoción, cuánta gente contenta,
cuánta alegría. No había nadie alzando puños. Nadie con la típica expresión del
justiciero revolucionario, siempre arrecho porque todo lo que hicieron otros
está mal, según la creencia de ellos mismos, claro está. En la revolución
parece no haber espacio para la alegría, a menos que sea en la propaganda, allí
donde todos tenemos un gran corazón venezolano. En la propaganda
revolucionaria, ahí sí todos se aman. Cuánto descaro.
En fin, la concentración de Capriles en Caracas. Realmente conmovedora.
Capriles, sin duda, es otro distinto a aquel que empezó la campaña. Se ha
fogueado duro y domina la escena. La excelente crónica de Leonardo Padrón habla
mejor que mi texto de dicho tema. Yo en cambio, de lo que yo quiero hablar, es
de la llegada del candidato. Mientras Capriles lo hacía muy bien, aproximándose
en aquella camioneta, saludando y recibiendo el entusiasmo de su gente, en la
tarima alguien hablaba. Yo la verdad que estaba con el corazón en la mano, confieso
que tenía ganas de llorar de lo magnífico y lleno de luz que me parecía todo
aquello. Pero entonces, pero entonces, aquel que hablaba en la tarima dijo
algo. Dijo algo que yo la verdad todavía no me lo creo. ¿Será que escuché o entendí
mal? No sé, no creo. Pero lo que dijo aquel alcalde corrido en cientos de
mítines, como él mismo informa, fue que el candidato Henrique Capriles
Randonski era un Elegido por el destino, el Elegido por Dios para gobernar a
Venezuela.
Acá no hay lengua humana posible que describa lo que sentí. Mejor pensemos
en los emoticones del chat de un teléfono móvil. Mejor pongamos unas de esas
caritas con la boca en forma de “s” acostada y los ojos grandes como dos huevos
fritos, o esa otra carita que es verde y tiene la boca más arrugada aún. Mejor
pongamos sí uno de estos emoticones, que pueden más que mil palabras. Porque en
verdad, yo en aquel momento, no me lo podía creer.
Sí, cómo no, vivimos en un país católico, y yo soy católico y creo en Dios.
Y sí, cómo no, nuestro candidato (el mío, Capriles) ha demostrado ser creyente.
Sí, todo eso está bien. Pero de allí a decir que Capriles es el Elegido del
Destino y de Dios… Pues lo siento, pero no hay justificación. Flaco favor le
hace al flaco quien eso dijo.
¿No hemos aprendido nada en todo este tiempo? ¿Vamos a seguir insistiendo
en el misticismo barato, en la manipulación mítica y en el populismo cuasi
religioso que tanto daño les han hecho al país? ¿Vamos a seguir viendo a
nuestros líderes de esa manera?
Yo creo en Henrique Capriles, creo en él como un hombre joven y lleno de
energía, capaz de luchar para sacarnos del atolladero en que esta mala
revolución nos ha metido. Creo en su amor por el país, en su capacidad para
trasmitir un mensaje de concordia y paz, en su educación e inteligencia para
gobernar con sensatez y llevarnos a buenas aguas. En eso creo, y no, nunca
jamás, en el líder elegido por Dios. ¿Ya no tuvimos (o tenemos,
lamentablemente) a uno de esos líderes mesiánicos, al hijo sagrado de Bolívar,
al elegido para cambiar el rumbo de este país y traer la felicidad eterna con
su revolución? ¿Ya no hemos tenido suficiente de eso?
Los políticos, nuestros políticos, deben tener cuidado con lo que dicen. En
el camino de esta Venezuela nueva, se debe cuidar de los excesos del discurso.
¿El discurso no afecta? Pues vean cómo las diatribas del odio nos han llevado adonde
estamos. De verborreas estamos cansados, de líderes elegidos por el destino y por
Dios también. Estamos en una tierra de mortales, en una tierra donde nadie dura
una eternidad, y donde los mandatarios duran el período electoral que les toca.
Estamos en una tierra donde hace falta personas conscientes de sus errores,
capaces de aprender sobre la ruta, capaces de rectificar, personas que no están
montadas sobre nubes y que no se deben en exclusiva al Destino o a Dios. Sólo
eso, yo no quiero un Elegido de las alturas, quiero a un candidato elegido por
votación popular, a un ser humano, de carne y hueso.
Pero chico, si lo de Ledezma fue una "visión", casí una epifanía ante el calor de las masas
ResponderEliminarSalud
De carne y hueso Fedosy, así es, ni más ni menos, es necesario y justo que todos y cada uno de los venezolanos lo tengamos muy presente. Estoy cansada de líderes ungidos por obra y gracia del poder mal asumido. Gracias por recordarlo. Saludos
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