Quien pide que pensemos un poco más las cosas no está diciendo que no se
proteste. Intentar reflexionar sobre lo
que está ocurriendo no quiere decir inacción. Que la desesperación no nos
arrebate la cordura, se puede protestar, luchar y todavía tener cordura.
Y está bien, el señor general tiene derecho a defenderse dentro de su casa.
Lo que yo creo que no está bien es que volvamos a creer que los militares son
los que van a resolver nuestros problemas y que son nuestros patrones de
conducta. Eso creo, y si yo pienso distinto a usted, le recuerdo una cosa: usted
y yo estamos padeciendo el mismo régimen mediocre. No me
convierta, por favor, en su enemigo. Que las diferencias nos acerquen. Yo jamás
he sido una persona violenta, no lo voy a hacer a última hora. (Y que queda
claro que este señor general sí hizo algo grandioso en otro tiempo y en otro
lugar: se negó a gritar la consigna de «Patria, socialismo o muerte». Allí, en
su momento, fue un verdadero héroe).
Recalco: que no justifique la violencia no quiero decir que no esté de
acuerdo con que la gente esté en la calle. La gente debe estar en la calle, y
los políticos de oposición deben acompañarlos, no sólo en la calle, sino con
ideas y propuestas.
Pienso que los políticos de oposición SÍ deben sentar a los mandamases. ¿A
dialogar, no sé? Los mandamases quizás no quieran «dialogar». Pero los
políticos de oposición sí deben hacerse escuchar, cara a cara por los
mandamases. O por lo menos intentarlo, si los otros no lo hacen, si los otros
sólo se sientan para seguir mintiendo, pues quedarán aún más en evidencia. ¿Esto
no es también una forma de lucha, dejar en evidencia a los cínicos?
Por cierto, no entiendo cuál es el problema con la palabra «diálogo». La
palabra diálogo no implica que nos sentaremos a querernos. La palabra diálogo
incluye discusión en puntos encontrados. ¿Prefieren la palabra «discutir»?
Pero para sentarte a hablar —o a discutir— con alguien, tienes que tener
una propuesta. En esa propuesta debemos exigir el respeto por los derechos
humanos, eso es prioritario. Pero también debe llevarse una agenda económica
que proponga soluciones a nuestro estancamiento, propuestas sensatas y más que
obvias, aunque este gobierno que no quiere ver lo obvio nunca haga lo que tiene
que hacer. ¿Que qué se logra con eso? ¿Acaso una mala política económica, como
la de los mandamases, no atenta también contra los derechos humanos?
Lo digo, ya sin pregunta y con toda responsabilidad: una mala, una pésima
política económica atenta también contra nuestros derechos humanos.
¿Soy ingenuo? Sí, quizás lo soy, pero la oposición debe también tener su
proyecto económico serio para la mejora de este país, y pronto debe pegárselo
por la cara a los mandamases.
¿Ese acercamiento al gobierno implica dejar las calles? No, mientras más cerca
estemos de los mandamases, más debemos estar en la calle, hasta que empiecen a
notarse los cambios.
Y no creo, lo siento pero no creo, que nuestra consigna sea la exigencia de
la salida de Maduro. Maduro es un error, sí, Maduro debería salir, sí. Pero no
debemos actuar bajo esa perspectiva. Esos señores tienen mucho poder y no se
piensan ir. Como ya dije en otra ocasión: ojalá y me equivoque. Pero pregunto:
¿cómo pensamos que vamos a hacer renunciar a Maduro, con guarimbas? No tenemos
armas, no tenemos milicias, no tenemos tanques ni aviones. Y gracias a Dios que
no los tenemos. ¿O esperamos que un grupo de militares se pongan de nuestro
lado para iniciar una guerra civil? Señores, lo digo de nuevo y para terminar, pensar
que los militares resolverán nuestros problemas, es lamentable.
No soy traidor, no soy cobarde, no soy un pelmazo, sólo intento reflexionar
(aunque la verdad nunca he sido demasiado inteligente).
Y sí creo que por sus crímenes han de responder, pero la lucha es larga y se
requiere inteligencia, y menos arrebato y descontrol.
Un abrazo.