jueves, 11 de octubre de 2012

¿Quién?





Hace unas cuantas décadas atrás hubo una señora del interior del país que trabajó para un político de alto rango. Estuvo con la familia de ese político muchos años, y ellos la ayudaron a construirse una casita en Petare. La señora, cuando ya llegó el tiempo de su vejez, se volvió a su pueblo y se quedó a vivir en la casa familiar que había sido de su madre; allí todavía vive. La casa de Petare quedó para los hijos: una hembra y un varón. La casa, como suele ocurrir en estos casos, fue creciendo hacia arriba. Encima del techo construyeron otras habitaciones y encima de esas habitaciones otras habitaciones. La original, la de la planta baja, se la quedó la hija de la señora. Allí la hija montó un comedor popular auspiciado por el gobierno revolucionario. El comedor casi nunca abre, pero la hija, ya una señora, igual cobra. Cobra ella, cobra su hija y cobra una comadre de ella, las tres como trabajadoras y encargadas del comedor  solidario. Los alimentos que, sin mayor control, les manda el gobierno (las papas, las cebollas, los tomates…), la señora los vende a los  vecinos y así se mete aún más dinero. La señora, por supuesto, adora al gobierno revolucionario y adora, sobre todo, al Presidente Chávez. No hay comedor, no se trabaja, pero hay dinero. El hijo de aquella doñita del principio de la historia, es decir, el hermano de la encargada del comedor solidario que adora al Presidente, estudió enfermería. Se esforzó muchísimo y hoy día trabaja en varias clínicas, para más o menos mantenerse. Este señor vive en uno de los anexos superiores de la casa original. Es muy trabajador y todo lo que tiene lo ha conseguido a fuerza de empeño, como por ejemplo, su flamante carro, que no era nuevo pero estaba en muy buenas condiciones al momento de la adquisición. ¿Cómo se compró ese carro?  Ya lo acoté¨: trabajando, y no de buenas a primera. Antes tuvo un carrito, luego otro, y luego otro, y así, poco a poco, llegó a tener éste, que es el mejor que ha tenido hasta el momento. Este señor no es adepto al gobierno, nunca lo ha sido. Pues bien, el día de las elecciones, aquella señora va y pone un afiche enorme —pero realmente enorme— del Presidente Chávez (del candidato Chávez) en toda la fachada de la casa que comparte con otras familias, entre ellas, la de su hermano. El hermano, nuestro enfermero, al ver que su hermana ha puesto, sin consultar, un afiche inmenso del Presidente en la casa que a ambos pertenece, se enoja y raya el afiche con un cuchillo en un ataque de furia. Es verdad, no es el mejor comportamiento del mundo, pero este señor ya está más que harto. La hermana, al darse cuenta de aquello, arma todo un escándalo y, enrojecida y justiciera, entra en su casa, toma unas tijeras y corre al estacionamiento de la casa, donde el único carro es el del hermano. ¿Qué hace la señora? Pues le pasa la tijera a todo el carro. Por supuesto, en esa casa que alguna vez una señora lograra con mucho esfuerzo, en esa casa, los dos hermanos se han declarado una guerra casi a muerte. Él dice que va a demandar a su hermana, y hasta a la policía acudió. Ella dice que no le interesa nada, que con su Presidente nadie se mete. Gritos e insultos van y vienen. La pintura del carro saldrá como en 7000 bolívares, la hermana vocifera que no pagará nada. Y una vez más, van y vienen los gritos y los insultos. No hay calma, no se ve una posible salida. ¿Quién cree usted que sea el culpable de todo esto? ¿Quién, sobre todo, podrá calmar estos ánimos? 

(No es un cuento, por cierto. Es real.)

lunes, 1 de octubre de 2012

Un candidato de carne y hueso





Por razones ajenas a mi voluntad, vi por TV la concentración del candidato Henrique Capriles en la avenida Bolívar. Cuánta emoción, cuánta gente contenta, cuánta alegría. No había nadie alzando puños. Nadie con la típica expresión del justiciero revolucionario, siempre arrecho porque todo lo que hicieron otros está mal, según la creencia de ellos mismos, claro está. En la revolución parece no haber espacio para la alegría, a menos que sea en la propaganda, allí donde todos tenemos un gran corazón venezolano. En la propaganda revolucionaria, ahí sí todos se aman. Cuánto descaro.
En fin, la concentración de Capriles en Caracas. Realmente conmovedora. Capriles, sin duda, es otro distinto a aquel que empezó la campaña. Se ha fogueado duro y domina la escena. La excelente crónica de Leonardo Padrón habla mejor que mi texto de dicho tema. Yo en cambio, de lo que yo quiero hablar, es de la llegada del candidato. Mientras Capriles lo hacía muy bien, aproximándose en aquella camioneta, saludando y recibiendo el entusiasmo de su gente, en la tarima alguien hablaba. Yo la verdad que estaba con el corazón en la mano, confieso que tenía ganas de llorar de lo magnífico y lleno de luz que me parecía todo aquello. Pero entonces, pero entonces, aquel que hablaba en la tarima dijo algo. Dijo algo que yo la verdad todavía no me lo creo. ¿Será que escuché o entendí mal? No sé, no creo. Pero lo que dijo aquel alcalde corrido en cientos de mítines, como él mismo informa, fue que el candidato Henrique Capriles Randonski era un Elegido por el destino, el Elegido por Dios para gobernar a Venezuela.
Acá no hay lengua humana posible que describa lo que sentí. Mejor pensemos en los emoticones del chat de un teléfono móvil. Mejor pongamos unas de esas caritas con la boca en forma de “s” acostada y los ojos grandes como dos huevos fritos, o esa otra carita que es verde y tiene la boca más arrugada aún. Mejor pongamos sí uno de estos emoticones, que pueden más que mil palabras. Porque en verdad, yo en aquel momento, no me lo podía creer.
Sí, cómo no, vivimos en un país católico, y yo soy católico y creo en Dios. Y sí, cómo no, nuestro candidato (el mío, Capriles) ha demostrado ser creyente. Sí, todo eso está bien. Pero de allí a decir que Capriles es el Elegido del Destino y de Dios… Pues lo siento, pero no hay justificación. Flaco favor le hace al flaco quien eso dijo.
¿No hemos aprendido nada en todo este tiempo? ¿Vamos a seguir insistiendo en el misticismo barato, en la manipulación mítica y en el populismo cuasi religioso que tanto daño les han hecho al país? ¿Vamos a seguir viendo a nuestros líderes de esa manera?
Yo creo en Henrique Capriles, creo en él como un hombre joven y lleno de energía, capaz de luchar para sacarnos del atolladero en que esta mala revolución nos ha metido. Creo en su amor por el país, en su capacidad para trasmitir un mensaje de concordia y paz, en su educación e inteligencia para gobernar con sensatez y llevarnos a buenas aguas. En eso creo, y no, nunca jamás, en el líder elegido por Dios. ¿Ya no tuvimos (o tenemos, lamentablemente) a uno de esos líderes mesiánicos, al hijo sagrado de Bolívar, al elegido para cambiar el rumbo de este país y traer la felicidad eterna con su revolución? ¿Ya no hemos tenido suficiente de eso?
Los políticos, nuestros políticos, deben tener cuidado con lo que dicen. En el camino de esta Venezuela nueva, se debe cuidar de los excesos del discurso. ¿El discurso no afecta? Pues vean cómo las diatribas del odio nos han llevado adonde estamos. De verborreas estamos cansados, de líderes elegidos por el destino y por Dios también. Estamos en una tierra de mortales, en una tierra donde nadie dura una eternidad, y donde los mandatarios duran el período electoral que les toca. Estamos en una tierra donde hace falta personas conscientes de sus errores, capaces de aprender sobre la ruta, capaces de rectificar, personas que no están montadas sobre nubes y que no se deben en exclusiva al Destino o a Dios. Sólo eso, yo no quiero un Elegido de las alturas, quiero a un candidato elegido por votación popular, a un ser humano, de carne y hueso.